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Wojtyla más sombras que luces.

Muerto el Papa, una bandada de unánimes hagiógrafos infinitos sobrevuela todo espacio de opinión habido y por haber de forma implacable. Rindiendo homenaje al sumo pontífice, la alabanza en todo medio oral o escrito se torna unánime. La grandilocuencia de las palabras, el mesianismo y la falta de discurso crítico se vuelve habitual no existiendo el derecho a réplica de ninguna forma, exagerando más si cabe de lo que es habitual el silencio a los que difieren del discurso oficial.

Imágenes entrañables de adolescentes llorando en la Plaza de San Pedro, de millones de debotos fieles temerosos de dios haciendo colas de horas interminables, para ver el cuerpo de Wojtyla o imágenes de sus veintiséis años de papado se suceden una y otra vez, sin descanso posible, a la vez que las curiosidades papales son mostradas y los comentarios uniformes de tertulianos salidos de no se sabe aplaudiendo al gran retrógrado se tornan incesantes. Pero detrás de esas imágenes tan emocionales y las palabras melancólicas de admiradores incondicionales, nada más, ninguna aportación positiva a la mejora de las condiciones de la humanidad. Cero. Será que las luces no son tantas y las sombras son excesivas.
Un papado caracterizado por el apuntalamiento de ultraconservadurismo y una represión constante hacia los sectores más avanzados como la iglesia de base, o la teología de la liberación.

Como buen amante del poder, lo primero que decide Wojtyla es aupar a la cúspide de la curia a sus sectores afines, con el objetivo de que no quede nada al azar en su iglesia. Opus Dei, Legionarios de Cristo o Comunión y Liberación son su punta de lanza, sectores ultraderechistas, negadores de cualquier avance sobre los temas que más quebradero de cabeza dan a la iglesia como el aborto, uso del condón u homosexualidad.
Una vez ciemntada la espina dorsal de lo que será el pontificado, el ataque, la opresión a la disidencia comienza de forma inmediata.
Uno de sus objetivos fue la Iglesia de base, sector católico sensibilizado con problemas como el SIDA en África y partidarios del uso de condón como prevención al virus, por esa razón la Iglesia de base es silenciada de forma casi completa.
Pero especialmente cruel y despiadado fue el ataque a los afines a la teología de la liberación. Excomunión, privazión de autorización para impartir enseñanza, vigilancia permanente u obligación a colgar la sotana, fueron armas con las que el papado reprimio a esta doctrina. Comprometida con la problemática social, avanzada, en confluencia la mayoría de veces con los movimientos revolucionarios latinoamericanos, Wojtyla tomó cartas en el asunto personalmente. Así en 1991, en Brasil el Papa lanza una feroz crítica a los obispos brasileños por haber dedicado una atención casi exclusiva a la cuestión social. Además, días antes, ante los seminaristas de Brasilia, condena explícitamente las desviaciones marxistas de la teología de la liberación, afirmando en 1996 que ésta afortunadamente dejaba de ser un problema para América Latina gracias a la caída del socialismo real.

Enfrentamientos también con las dos grandes escisiones de la iglesia, como protestantes y ortodoxos, han sido una constante. Los protestantes acusan al Papa de promover una disolución de esta rama dentro del catolicismo apoyando un documento en 1996 firmado por el ultraconservador cardenal Ratzinger, un documento en el que considera estas iglesias, como de segunda categoría.

Esta causa mantiene a los ortodoxos en alerta así como la ofensiva en su área de influencia, que ha obligado al máximo responsable de la iglesia ortdoxa a vetar la visita del Papa a Moscú, hecho nunca conseguido por Juan Pablo.

La visita a Moscú era una cuestión personal. Hay que recordar que la tríada neoconservadora la componían él mismo, Margaret Thatcher y Ronald Reagan.
Su visceralidad anticomunista lo lleva en los 80 a la Polonia socialista, entrevistándose con Lech Valessa al que el Papa apoya igual que al mal llamado sindicato contrarrevolucionario Solidaridad con todos los medios a su alcance, o visitando a Pinochet por las mismas fechas, siendo este el primer viaje de un presidente de gobierno o jefe de estado en años a Chile, apoyándo explícitamente al regimen fascista chileno.
Sombras extensas como también la beatificación de Escrivá de Balaguer fundador del Opus Dei o de Pío Nono un papa casi fascista negador de las libertades más básicas del ser humano.
Más sombras que luces que los seguidistas de Wojtyla se dedicarán a ocultar, como los escandalos pedófilos en la iglesia estadounidense que el papa se ha negado a condenar y otras tantas cortinas oscuras que se podrían mencionar.
Muchos lo echarán de menos, yo no.

Beatriz Kosova

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