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Vacaciones en el Prat

Hablo de El Prat de Llobregat, como podría ser otra población industrial. Como fue en su momento la Flint narrada por Michael Moore en su film Roger and Me. Empresas que cierran en efecto dominó, familias enteras que se quedan en paro, ninguna alternativa para ellas. Te prometen, te dicen que seas emprendedor, que te vayas a vivir a otro lado donde quizás haya mayor suerte. Pero detrás de la lamentable tragedia, que hasta los mismos responsables admiten, uno todavía no entiende las razones de equipos directivos, gerentes, técnicos en economía y rentabilidad, CEO's o como se llamen esos que mandan a la gente a la calle. Obtienen pingües beneficios, pero creen que pueden conseguir cifras mayores en otros países y de paso sacar réditos de la venta de terrenos. O bien, ya existen empresas que se dedican sin tapujos a comprar otras para desmantelarlas.
Todo empezó el día en que a algún poder oculto, desconozco si la trilateral, la logia Propaganda Due, o la comisión mixta Opus-Legionarios, decidió que España iba a ser el campo de golf de Europa, y por lo tanto los sectores productivos no pintaban nada aquí. Cayó Sagunto, cayó Reinosa, fuego en los Astilleros, barricadas en Euskalduna. La lista es interminable.
Y el Prat tendrá que adaptarse a esta nueva división internacional del trabajo. El único inconveniente es saber si su playa podría ser depurada y recuperada para fines turísticos, amén de limpiar el Llobregat, minimizar los ruidos del aeropuerto.
Flint se transformó en un conglomerado de barrios desiertos y considerada como la peor ciudad para vivir por la revista Money. El paro trajo la delincuencia, las cárceles se quedaron pequeñas. No le deseo la misma suerte al Prat de Llobregat, que espero siga la entrañable ciudad a la que le cantaban Decibelios.

I Fought The Law.

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